Os presento un fragmento del libro de Joe Dispenza " El placebo eres tú". Interesante para clínicos y personas que sufren estrés. Una forma sencilla de explicarselo a tus pacientes. El estrés nos hace vivir en el estado de supervivencia. El estrés es una de las principales causas de cambios epigenéticos porque hace que tu cuerpo pierda el equilibrio. Se da en tres formas: estrés físico (trauma), estrés químico (toxinas) y estrés emocional (miedo, preocupaciones, agobio, etc). cada una de estas clases puede desencadenar más de 1.400 reacciones químicas y producir más de 30 hormonas y neurotransmisores. cuando se desencadena esta cascada de sustancias químicas de hormonas del estrés, tu mente influye en tu cuerpo a través del sistema nervioso autónomo y experimentas la fundamental conexión mente-cuerpo. Lo más curioso es que el estrés estaba concebido para ser adaptativo. Todos los organismos de la naturaleza, incluidos los seres humanos, están programados para afrontar un estrés a corto plazo a fin de disponer de los recursos necesarios ante situaciones de emergencia. Cuando percibes una amenaza en el mundo exterior, se activa la respuesta de lucha o huida del sistema nervioso simpático (un subsistema del sistema nervioso autónomo), y entonces tu ritmo cardíaco y tu tensión arterial aumentan, tus músculos se tensan y tu cuerpo libera hormonas como la adrenalina y el cortisol para prepararse para huir o afrontar el peligro. Si te persigue una manada de lobos salvajes y hambrientos o un grupo de guerreros violentos y tú los dejas atrás, tu cuerpo volverá a la homeostasis (su estado equilibrado normal) al poco tiempo de desaparecer el peligro. Es la manera en que nuestro cuerpo está diseñado para actuar cuando se encuentra en un estado de supervivencia. el cuerpo pierde el equilibrio, pero solo por un breve tiempo, hasta que el peligro se esfuma. Al menos esta reacción se concibió para esto. Lo mismo sucede en el mundo moderno, aunque el escenario suele ser algo distinto. Si cuando conduces por la carretera te corta el paso un coche, puede que te asustes por un momento, pero luego te das cuenta de que no te ha pasado nada y al dejar de temer sufrir un accidente tu cuerpo vuelve a su estado normal, a no ser que esta sea una de las innumerables situaciones estresantes con las que te has topado ese día. Si eres como la mayoría de las personas, una serie de incidentes enervantes te mantendrá con la respuesta de lucha o huida activada —en un estado de desequilibrio— la mayor parte del tiempo. Tal vez el coche que te ha cortado el paso sea la única situación peligrosa real con la que te has topado a lo largo del día, pero el tráfico de camino al trabajo, la presión de tener que preparar una gran presentación, la pelea con tu pareja, el importe de la tarjeta de crédito, el ordenador que se quedó colgado y la nueva cana que viste al mirarte al espejo hacen que las hormonas del estrés sigan circulando por tu cuerpo casi a todas horas. Entre recordar experiencias estresantes del pasado y prever situaciones estresantes del futuro, todos estos episodios estresantes a corto plazo que se repiten una y otra vez acaban amalgamándose en un estrés a largo plazo. bienvenido a la versión del siglo veintiuno de vivir en un estado de supervivencia. En el estado de lucha o huida, tu energía se moviliza para que el cuerpo pueda echar a correr o luchar. pero cuando no recuperas la homeostasis (porque sigues percibiendo una amenaza), pierdes energía vital. Cuando la usas para otro propósito, en tu mundo interior dispones de menos energía para el crecimiento, la reparación celular y los proyectos regenerativos a largo plazo a nivel celular y de curación. las células se desactivan, ya no se comunican entre ellas y se vuelven «egoístas». No es el momento para el mantenimiento habitual (y menos todavía para hacer mejoras), porque tu cuerpo está usando tu energía para defenderte de la «amenaza». Cada célula se preocupa solo de ella, con lo que la comunidad de células dejan de actuar juntas. El sistema inmunológico y el endocrino (entre otros) se debilitan a medida que los genes de estas células relacionadas con ellos se ven afectados al desactivarse las señales químicas procedentes del exterior. Es como vivir en un país donde el 98 por ciento de los recursos se destinasen a la defensa y no quedara nada para invertir en colegios, bibliotecas, construcción y reparación de carreteras, sistemas de comunicación, agricultura y otros proyectos parecidos. las carreteras se llenan de baches. las universidades sufren recortes y el nivel académico de los estudiantes baja. Los programas de bienestar social que se ocupaban de los pobres y los ancianos se suprimen. Y no hay bastante comida para alimentar a todos los habitantes del país. por eso es lógico que el estrés a largo plazo se asocie con la ansiedad, la depresión, los problemas digestivos, la pérdida de memoria, el insomnio, la hipertensión, las cardiopatías, las embolias, el cáncer, las úlceras, la artritis reumatoide, los resfriados, la gripe, el envejecimiento prematuro, las alergias, el dolor físico, la fatiga crónica, la infertilidad, la impotencia, el asma, los problemas hormonales, las erupciones, la pérdida del cabello, los espasmos musculares y la diabetes, para citar solo algunos trastornos, todos ellos, por cierto, se deben a cambios epigenéticos. En la naturaleza no existe ningún organismo diseñado para aguantar los efectos del estrés a largo plazo. Varios estudios demuestran sin duda que las instrucciones epigenéticas para la curación se desactivan cuando vivimos en un estado de emergencia. por ejemplo, un equipo de investigadores del centro Médico de la Universidad estatal de Ohio descubrió que el estrés afectaba a más de ciento setenta genes, 100 de los cuales se desactivaban por completo (como muchos que crean directamente proteínas para facilitar la curación adecuada de las heridas). Los investigadores señalaron que las heridas de los pacientes estresados tardaban un 40 por ciento más de tiempo en curarse y que el «estrés inclinaba la balanza genómica hacia los genes que codificaban las proteínas responsables de la detención del ciclo celular, la muerte y la inflamación». Otro estudio que analizó los genes de 100 ciudadanos de Detroit se centró en 23 sujetos aquejados del trastorno por estrés postraumático. las variaciones epigenéticas de esos sujetos aumentaron de seis a siete veces más, y la mayoría tenían que ver con la debilitación del sistema inmunitario. Investigadores del Instituto del sida de la Ucla descubrieron que el VIH se propagaba más deprisa en los pacientes más estresados, y además cuanto mayor era el grado de estrés del paciente, menos respondía a los fármacos antirretrovirales. los medicamentos funcionaban cuatro veces más en los pacientes que estaban relativamente tranquilos, comparados con los que tenían una tensión arterial, una hidratación cutánea y un ritmo cardíaco en reposo que indicaban que eran los más estresados. basándose en esos descubrimientos, los investigadores concluyeron que el sistema nervioso afecta directamente la replicación viral. aunque la respuesta de lucha o huida fuera en un principio muy adaptativa (porque mantenía a los hombres de la prehistoria con vida), ahora es evidente que cuanto más esté activado el sistema de supervivencia, de más tiempo carece el cuerpo de los recursos necesarios para mantener una salud óptima, de modo que el sistema se acaba convirtiendo en maladaptativo.
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AutorGurdiel F. Archivos
Diciembre 2017
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